23 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "ARRIBEÑOS" Y "LA PRINCESA DE FRANCIA"


Las proyecciones de las competencias oficiales de la edición número 17° del Festival de Cine independiente, la argentina, finalizaron hoy con dos alternativas de diferente cuño genérico, “Arribeños”, documental de Marcos Rodríguez y “La princesa de Francia”, de Matías Piñeiro.
En “Arribeños”, el autor de “La educación gatronómica”, toma como eje las dos cuadras de la calle del título, entre Juramento y Olazabal, donde hace varias décadas confluyeron inmigrantes chinos principalmente de Taiwán, y delimitaron allí una zona ahora conocida como Barrio Chino.
Rodríguez cumple con las reglas básicas de un documental convencional, con un paseo por el lugar, la puesta en contexto y con entrevistas fuera de cámara que relatan experiencias personales a veces muy indirectas acerca de una comunidad que atravesó medio mundo para incorporase a otra.
Sin embargo, ese recorrido, que incluye año nuevo, karaoke, comidas, dibujos sobre papel de cocina y un poema, terminan reiterándose, y solo dejan como conclusión que estos inmigrantes sienten nostalgia por lo chino aquí y por lo argentino cuando les toca viajar a su terruño natal.
Dado el recorrido del género que en los últimos tiempos ofrece ejemplos que lo encaran en forma transversal, incluso en la misma competencia argentina, como “La sombra”, “Victoria” o “Al centro de la Tierra”, o en la televisión, el caso de esta apuesta por este barrio porteño deviene algo limitada.
Si resulta pertinente subrayar el primer recorrido que hace la cámara por el lugar, su entrada típica en los barrios chinos de todo el mundo, la vecindad con las vías ferroviarias, las fachadas de sus locales, y el repaso fotográfico de quienes hablan del pasado y del extraño desarraigo de cada uno.
Muy diferente resultó la nueva apuesta de Matías Piñeiro ("El hombre robado", "Todos mienten", “Viola”), por recurrir a textos shakespearianos para contar una historia con personajes a los que les gusta regodearse con lo intelectual, a través de diálogos veloces, llenos de referecias tan culturosas como ampulosas.
En este caso, la historia parte de un joven actor ausente de aquí por un tiempo, que siguió  arrera en México y al regresar se vincula al grupo de chicas, actrices under en su mayoría, con las que planea armar un piloto radial basado en una pieza que ellos mismos hicieron hace algún tiempo.
La pieza en cuestión es “Trabajos de amor perdidos”, de las primeras del Bardo, que incluye un personaje llamado como el filme de Piñeiro y en coincidencia interpretado en viejos tiempos por el protagonista de esta historia amores enrevesados, una comedia bien a su estilo juguetón.
El problema, es Piñeiro no es shakespeare y su jueguito se sostiene en la permanente “referencia a”, cuando filma un simbólico partido de fútbol cinco desde la terraza de un edificio con estridente música de Schumann, lo hace con un cuadro del academicista Bouguereau, y los fragmentos de aquella comedia interpretados frente a un micrófono, una y otra vez hasta saturar.
Otro problema es el sentido de los diálogos veloces en los filmes de Piñeiro, en donde los que hablan se responden pisando la voz del otro y a con un vértigo que supera la capacidad de devolución normal de un pensamiento tan elaborado, tan sesudo, probablemente un detritus literario poco cinematográfico.
La interpretación de Shakespeare suena, según la marcación de los actores elegidos por el director, igual que una puesta escolar, de esas de actos patrios, y no se puede discernir si lo hace intencionalmente o es accidental.
Es evidente que el elenco, que incluye a Julian Larquier, Agustina Muñoz, María Villar, Romina Paula, Pablo Sigal, Laura Paredes, Elisa Carricajo y Gabriela Saidon, siguen la afectación indicada por el director, y eso hace imposible sacar conclusiones objetivas de sus trabajos.
El director de fotografía Fernando Locket consigue crear un clima fotográfico atractivo, pero no logra compensar esta frustrada idea de “exquisitez para pocos” o “elegidos” buscada por Piñeiro, que solo puede generar beneplácito en seguidores contra viento y marea.

22 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "IDILIO" Y "LULU"

La competencia oficial argentina del 17º Bafici presentó hoy dos de los largometrajes del “grupo de los fuertes” reservados para las dos últimas jornadas, a saber “Idilio”, del debutante Nicolás Aponte A. Gutter, y “Lulú”, sexta transgresión de Luis Ortega.
Tras obras muy logradas, como “Caja negra”, “Los santos sucios” y “Verano maldito”, Ortega se propone esta vez poner en foco a dos marginales, Lucas y Ludmila, que viven en un cuchitril ruinoso, a la vera de Palais de Glace, sobre Libertador.
El le pega duro a las anfetaminas y a lo que venga de un laboratorio, va calzado con un arma de fuego y dispara al aire o a alguna escultura, incluso a la silla de ruedas en la que se moviliza ella, por más que ya camine, tras haber recibido en su espalda una de esas balas.
Ludmila es bonita y tiene algo de perversión, Lucas es pícaro, chistoso, bravucón y le gusta contonearse, “bailar” le dice, en cualquier lado, sea arriba del camión en el que junta deshechos de reses vacunas, un trabajo bastante desagradable o en el mostrador de una farmacia.
Un episodio importante del relato, más allá de un permanente ir y venir de Lucas y Ludmila por zonas peliagudas de la ciudad, como los subterráneos, Once, incluso Lugano 1 y 2, tiene que ver con un raro “levante” relacionado con su idea de ser padre y la resistencia de su amada.
A Ortega le gusta retratar escenas protagonizadas por marginales que surgen de su observación de la sordidez camuflada por el paisaje urbano, y esas imágenes le ayudan a construir un mundo con personajes que queda más que claro, a pesar de que busquen salida, nunca la encontrarán.
Las postales de este universo marginal, no tienen un orden claro, no obstante el clima de tensión crece y, está más o menos escrito, que el desenlace, con tanto lumpenaje, carne en vías de putrefacción, miserias de por medio y temas sin resolver, no será demasiado feliz.
Luis Ortega tiene un sello que lo hace identificable, un don para componer cuadros bellos en medio de ambientes nauseabundos, siempre acertado a la hora de elegir protagonistas, en este caso el excelente Nahuel Pérez Biscayart y la siempre creativa Ailín Salas, que en este caso asumen sus papeles con notable convicción, y merecen el aplauso.
Idilio” es una ficción acerca de una mujer muy joven que dialoga con un amigo acerca de un amor que se convirtió en obsesión, más allá de cualquier lógica, porque como lo sugiere el título, es “idílico”, es decir una relación que es vivida con mucha intensidad pero inevitablemente es de corta duración, donde pesa, y mucho, el ideal de una parte.
Para narrar esta pasión bizarra, Aponte A. Gutter eligió una voz femenina que explica y se explica su construcción de la verdad frente a un interlocutor que está del lado de la cámara, una suerte de cabeza parlante donde el contraplano es un recurso que solo se da una vez.
Los varios episodios que conforman esta larga confesión, casi de diván, tiene como bloques separadores canciones, que tienen que ver con el contenido de su discurso: se escuchan con plano en negro, y funcionan como complemento, guía necesaria para seguir con más intensidad el relato.
La selección que arranca con Rimsky-Korsakov, pasa a Shirley Basey para seguir con ACDC, Blondie, Big Brother & The Holding Company, Laura Branigan y Gloria Jones, para terminar con la argentina Julieta Alonso, la única en español (“Tu maldad”), es muy oportuna.
El director renuncia a todo artilugio de color (el filme fue rodado en blanco y negro) o de movimiento de cámara, y eso le permitió trabajar mucho mejor en la gestualidad, la expresividad, las luces y sombras de la excelente Paula Carruega en la piel de esta Camila.
Idilio” es un filme minimalista en el más amplio sentido de la definición, absoluta y genuinamente independiente, donde la idea de recrear a esta chica conflictuada y su intento por entender, finalmente, en dónde están puestos sus sentimientos, se consigue.
Si se acepta el juego propuesto, el resultado es sobresaliente y merece atención, al igual que los pasos siguientes de su autor, y obviamente de la actriz que aceptó el desafío de exponerse en planos secuencia bastante extensos (diez minutos) en los que confirma su talento.



21 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "PLACER Y MARTIRIO" Y "PONER AL ROCK DE MODA"

Tras las exhibiciones de hoy, la competencia oficial argentina del 17° Bafici entra en su tramo final, con sus más y sus menos, una alternativa con títulos relevantes o al menos con firmas conocidas que respaldan las producciones programadas.
La selección de la sexta jornada incluyó una ficción y un documental, a saber “Placer y martirio”, de José Celestino Campusano, que cambia esta vez de escenografía y problemática, y “ Poner al rock de moda”, de Santiago Charriere.
El documental dedicado al grupo Banda de Turistas es un ejemplo que, si bien tiene como principal protagonista a la banda de rock y pop debe ser analizado desde el punto de vista cinematográfico, es decir más allá de cualquier juicio musical.
Banda de turistas es un grupo con reconocidos méritos aquí y en el exterior hace menos de una década y con cuatro CDs, que homenajea a su manera a la música de finales de los años 60, incluso en su forma de moverse fuera de escena.
Charriere, que debuta con este filme, compiló una importante cantidad de imágenes de backstage rodadas de diferentes formas y con diferentes soportes, hizo algunas especialmente y logró darle al todo una unidad que es digna de destacar.
En ese trabajo de edición vertiginosa, que sostiene el relato de principio a fin, donde la impronta de luces estroboscópicas se complementa tanto a la musicalidad del grupo como al fino trabajo de sonido de Pablo Sala, todo tiene razón de ser.
Tanto la trastienda de sus presentaciones, como la preparación de temas con sus productores, o simplemente ensayos entre bromas y birras, o el complicado show interrumpido por lluvias en México, sirven para meterse en su mundo.
El debutante logra compatibilizar imágenes de baja, media y alta definición con un sonido cuidado en extremo, logrando un equilibrio que, seguramente, va a ser muy aplaudido por sus fans, más allá de que eso también significa una limitación.
Con “Placer y martirio”, Campusano, el autor de obras como “Vil romance”, “Legión”, “El perro Molina” y la miniserie maldita “Fantasmas de la ruta”, pega un peligroso salto mortal, y al hacerlo se da algunos golpes.
Campusano supo acuñar un estilo que se caracteriza por poner en la mira un mundo que conoce, y bastante, como lo es de una clase social suburbana que hace equilibro entre la legalidad y la marginalidad, a veces de un lado, a veces del otro, con códigos muy singulares.
En ese sentido, logró construir un lenguaje ad hoc, es decir que es funcional para contar historias transgresoras, duras, sin maquillaje, que lograron imponer imágenes que hasta entonces no estaban contempladas por el cine convencional.
Tras esa media docena de obras que dieron que hablar y merecieron premios, trabajos que indudablemente llevaban su sello, su marca identificable, Campusano se arriesga a una historia que está ubicada en las antípodas de aquellas.
El salto mortal que pega es doble: por un lado se mete en un mundo con discursos, formas y códigos que observa curioso, en ambientes de extrema prolijidad, por más crueles que sean en verdad, y por el otro a una estética "prolija". 
El grupo protagonista es una familia de clase media muy bien acomodada, para ser precisos de Puerto Madero, un matrimonio de cuarentones en crisis con hija adolescente, cada uno con sus propias historias que terminan estallando.
Delfina, la mujer, presta poca atención a su esposo y hasta se aleja de su hija, en busca de alguna relación extramatrimonial que la conforme, gracias a un grupo de amigas también dispuestas a las fiestas de strippers o potenciales amantes.
Así conoce a un hombre misterioso, supuestamente de origen árabe y de muy buen pasar llamado Kalil, que se mete en su vida, en verdad ella lo deja entrar, para someterse pura y exclusivamente a sus deseos, sin imaginar lo que vendrá.
Lo que ocurre es que Campusano, curioso de cómo son las transgresiones lejos de la marginalidad, se mete en camisa de once varas, para ser más claro, la historia que cuenta es posible, pero bastante elemental quizás por esa distancia que tiene con ella.
El resultado, más allá de desniveles en la construcción de los diálogos, incluso algunas situaciones muy previsibles que dependen a su vez de un grupo actoral variopinto, interesa pero se queda en un lugar en el que se pierde el sello de autor de su cine.
“Poner al rock de moda”, se repetirá, mañana, a las 16, en el Village Recoleta 7, y el viernes, a las 18, en el Artemultiplex Belgrano 1, mientras que “Placer y martirio”, repetirá mañana, a las 18.15, en el Village Recoleta 4 y el viernes, a las 22.15, en el Artemultiplex Belgrano 1.

20 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "MIRAMAR" Y "CUERPO DE LETRA"

La competencia oficial argentina entró en su segunda mitad, y lo hizo con una ficción y un documental, por un lado la cordobesa “Miramar”, del debutante Fernando Sarquis, por el otro “Cuerpo de letra”, segundo documental de Julian D'Angiolillo.
En una hostería familiar a orillas de laguna de Mar Chiquita en que se encuentra la localidad bautizada como Miramar, en la que Sofia sueña con ganar una beca que le permitirá estudiar arte en Buenos Aires y dejar, finalmente, atrás ese lugar desolado.
Mientras su padre se recupera, internado, de una descompostura por estrés, su madre también atravesada por la tensión opresiva del lugar, se angustia por la noticia y al mismo tiempo entrena a una empleada que reemplazará la joven como asistente.
En coincidencia, llega al lugar y aparentemente para quedarse, un joven enigmático, con una cámara de video, que entabla un vínculo con Sofía, sin aclarar en principio qué es lo que motiva su presencia allí, como huyendo de algo que lo atormenta.
No hay más que eso, y ese es el principal problema de Sarquís porque no es suficiente contar con actores que se desempeñan más o menos correctamente, una cámara prolija, aunque no demasiado creativa que incluye horizontes crepusculares muy de postal.
Hay mucha referencia al agua del lugar, que alguna vez cubrió gran parte de la zona, incluso algunos apuntes en el guión que no aportan demasiado al rigor dramático de las angustias del cuarteto protagonista, incluso al personaje de Sofía.
El otro filme presentado hoy fue “Cuerpo de letra”, de Julián D'Angiolillo, recordado por su sobresaliente documental “Hacerme feriante”, que hace cinco años describía la actividad comercial nocturna en la feria de ex balneario, en Lomas de Zamora.
En esta nueva incursión en el género, D'Angiolillo sigue a un puñado de pintores que, aerosoles o brocha gorda en mano, estampan los nombres de políticos en campaña para distintos cargos en paredones de autopistas en zonas suburbanas.
D'Angiolillo los filma cubriendo con una fina capa de agua con cal pintadas anteriores, y poco después, nuevas tipografías con otros nombres y apellidos, que como se suele trabajar con los que se arrepienten de tatuajes, ocultan las anteriores con nuevos.
Hasta aquí interesante, y también llamativas las reuniones de las cuadrillas con los punteros políticos, no importa de qué partidos, en las que se discute el contenido de dichas pintadas, la disputa de zonas, la actividad furtiva por la noche, a la vera de la autopista.
Sin embargo nada es observado con ojo analítico, y todo queda como una suma de anécdotas apropósito de estos muchachos que, además, hacen otras intervenciones publicitarias bizarras, y hasta tocan bailanta en bolichones bonaerenses de poca monta.
El primer registro de esa actividad que habitualmente no tiene testigos, puede llamar la atención, pero la segunda, la tercera, y la cuarta vez, cansa; la aparición de punteros no cumple fin alguno, la tensión que genera la disputa de un murallón no es efectiva.
No debe ser fácil intentar hacer un registro de esta actividad clandestina, por un sinfín de motivos, algo que aporta valor al trabajo de D'Angiolillo, de allí que no se entiende el porque de una falta de elaboración de la idea que permita al espectador, alguna otra reflexión.
Los documentales valen no solo por el tema o el o los personajes a exponer, sino a la narración, porque de eso se trata el cine, pero también a un guión que le de un poco de sentido ambas cosas, algo que por lo visto, en este caso no fue del todo cuidado.

19 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "VICTORIA" Y "GUIDO MODELS"

La competencia oficial argentina del Bafici viene dando afortunadas sorpresas con producciones que han alcanzando una buena calificación y las del domingo, completando la mitad de las exhibiciones, sigue esa línea, con los documentales “Victoria”, acerca de la cantante Victoria Moran, de Juan Villegas; y “Guido Models”, acerca del diseñador de modas y entrenador de modelos en la Villa 31 Guido Fuentes, de Julieta Sans.
Guido Fuentes es responsable de una singular agencia de modelos y también de cursos, lista que incluye teatro en la Villa 31.
Por el otro, el talento de Victoria Morán, que hace una década hace música fuera del circuito de los grandes sellos, desde el tango y sus autores poco difundidos, hasta el folclore, con igual intensidad y emoción, pero por sobre cualquier otra cosa con personalidad.
El que tiene como eje a Victoria Moran llega de la mano de Juan Villegas, ya experimentado en el cine, con obras de ficción como “Sábado”, “Los suicidas” y “Ocio”, todas vistas en el Bafici, y receptoras tanto del aplauso del público como de la crítica, que hacían suponer esta nueva incursión iba a ser, como lo es, muy oportuna.
Lo es, como ocurre en todo buen documental, por la elección el tema, en este caso el personaje, pero también por su discurso narrativo, funcional para contar algo de la historia de Moran y su forma de cantar que tanto parece tener que ver con las cantoras de antaño, tan cercanas a la emoción que transmiten letras poco conocidas igual de conmovedoras. 
Villegas se detiene en su vida cotidiana, ensayos y grabaciones, en las clases que dicta en su casa, de canto o simplemente tratando de arreglar temas que le llevan alumnos algo limitados, también en reflexiones acerca de cómo se enfrenta ahora el tema de sobrevivir, o no, como artista en un mundo donde solo se conoce lo aprobado por los estrategas mediáticos, cuando ya superada la bohemia llega la verdadera vida cotidiana.
El director consigue mostrar a Morán en sus dos aspectos, el más privado y también ese público que a pesar de una década y media de trayectoria, sigue siendo personaje descubierto por pocos, no obstante merece un lugar especial dentro de la música popular, que tantos artistas suele tener allí a media luz por el simple hecho de no tener respaldo importante, no obstante siguen conservando su independencia.
El trabajo acerca de Guido Models, es producto de la creatividad de Julieta Sans, que estudió letras en la UBA y fotografía aquí y en Londres, que se divide en dos partes,primera registrada aquí principalmente en la Villa 31, la segunda en Cochabamba, en Bolivia, donde organiza un desfile con modelos de aquí y otras seleccionadas de los estratos más populares de aquella localidad .
Guido Fuentes, nacido y criado en Tarija, después instalado en Rosario y finalmente en Buenos Aires, trabajó en un taller textil antes de ponerse manos a la obra con sus propios diseños y una escuela-agencia de modelos en la Villa 31, en el barrio de Retiro que se convirtió en tema curioso, un apoyo que da a las chicas de esa zona como aprendizaje de una profesión, es decir con la meta de mejorar su condición social.
Todo parece contradictorio pero no lo es, quizás porque Saris, formada como fotógrafa, sabe como ubicarse frente a estos personajes que se recortan de un todo marginal, por momentos oscuro, laberíntico y sin una salida visible, que representa ese gigantesco asentamiento a pasos de las zonas urbanas privilegiadas.
Por lo visto en este primer plano de personajes tan singulares, es posible que incluso lo insólito tenga vida propia dentro de este micrcosmos urbano que significa la Villa 31, una verdadera isla a la vera de trenes, omnibus y colectivos, flanqueada, además, por varios barrios de los más suntuosos de Buenos Aires.

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "GENERACION ARTIFICIAL" Y "TODO EL TIEMPO DEL MUNDO"

La competencia oficial argentina del Bafici ofreció “Generación artificial”, del debutante Federico Pintos, la otra “Todo el tiempo del mundo”, de un autor con antecedentes, como el sanjuanino pero cordobés por adopción Rosendo Ruiz, autor de la recordada “De caravana” y de “Tres D”
Ruiz vuelve al género, en este caso la historia de tres adolescentes compañeros de colegio secundario que traman una transgresión, un viaje que sueñan clave y trascendente para sus vidas, ocurren una serie de anécdotas y terminan algunos días después, en el mismo lugar donde comenzó, 
Los chicos, de un colegio privado, tienen cada uno sus propias inquietudes, difíciles de identificar en esa etapa de aprendizaje y transiciones de todo tipo, juntos comparten la idea de llegar a una aldea de vida comunitaria perdida en las sierras provinciales.
Juan, Micaela, Paula-Valen, transexual, llegan a la que suponen casa abandonada con un poco de dinero, prueban la convivencia, pierden el tiempo, conocen a una vecina que les comenta acerca de ese lugar al que aspiran a llegar, y poco más.
Los personajes son creíbles y están muy bien interpretados por Juancho Croce, Micaela Dalesson y Paula Ledesma, pero el problema es que todo parece más una correctísima improvisación filmada que una construcción narrativa y, por ello, quedan muchos cabos sueltos.
Hay situaciones que no parece desarrollarse, el desenlace es forzado, demasiado rápido y algunas cuestiones (las referencias, como las del Mundial de Fútbol) no parecen ser funcionales a la historia.
Así y todo, es importante destacar el cuidado en la imagen y el ritmo de ese todo, que es ágil y hace más tolerable esa flaqueza en la trama, que, no cabe duda , tiene más que ver con la idea de ejercicio que de cine con todo lo que esto significa.
En "Generación artificial", Pintos, por su parte, dice fuera de cámara (o un falso autor) a la manera de relato de este “falso a medias” documental, que comenzó la preparación de lo que ahora presenta en el Bafici hace más de una década y tiene lógica, porque muestra pruebas que se supone que son genuinas.
Al comienzo, explica el surgimiento de los soportes caseros, fílmicos, pero rápidamente los magnéticos, es decir los disquetes, y casetes VHS que comenzaron a usarse para el registro y reproducción de imágenes en movimiento a mediados de la década del 80 y su devenir desde entonces.
Desde los Súper 8 filmados por su padre que dice recién vio cuando era mayorcito, hasta su inquietud como aficionado a la edición casera de imágenes ajenas y su paso por la producción de videos de casamientos y fiestas de quinceañeras, más algún voyeurismo, pasan en un montaje vertiginoso.
La aplicación de efectos rudimentarios, y la idea de que los flasheos estrobocópicos o de lentes caleidoscópicos, le permitieron formar parte de la primera camada de vj's, es decir video jockeys, que armaban efectos audiovisuales pisando imágenes diversas en boliches.
Luego, Pintos incorpora testimonios de especialistas, cabezas parlantes, acerca de cuál es la diferencia o no entre estas obras para decorar fiestas nocturnas y el llamado videoarte, incluso la neurociencia (Graciela Taquini y Mariano Sigman), y un delirante videasta de ficción.
Es en ese momento en que el recorrido histórico y la propuesta visual intermitente, comienza a disolverse a punto de debilitar la fuerza documental con una de ficción que intenta tomar un tema fantástico estilo Kathryn Bigelow (“Días contados”) o David Cronenberg (“Videodrome”).
Pero el resultado es solo llamativo en lo documental, es decir mientras aborda el recorrido histórico, a la vez que lo ficcionado resulta muy pretencioso para lo importante que parece proponer la primera parte, el desafiante montaje que muestra el cambio de paradigmas audiovisuales de las últimas décadas.

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "AL CENTRO DE LA TIERRA" Y "MAR"

En su segunda jornada, el Bafici ofreció en su competencia argentina dos reencuentros, el más sorprendente “Al centro de la tierra”, de Daniel Rosenfeld, el recordado autor de “Cornelia en el espejo”, el otro, “Mar”, de la chilena Dominga Sotomayor, rodada en Villa Gesell,
Sin lugar a dudas, la obra de Rosenfeld demuestra que es posible seguir apostando por la transversalidad en los géneros, en este caso el documental, y al hacerlo se proponga a la vez reflexionar acerca de la escala humana dentro de temas que aparentan ser científicos y terminan, como en este caso, abriendo la discusión acerca del hombre frente a misterios difícilmente explicables con palabras
En “Al centro de la Tierra”, su figura central es Antonio Zuleta, un salteño que tiene un par de hijos, una cámara de video elemental y su obsesión por los ovnis, expresada en una sucesión de situaciones de su vida cotidiana, de su búsqueda, que Rosenfeld enumera para generar la idea que el suyo es, precisamente, un viaje al centro de su propia necesidad de explicar lo inexplicable. 
Zuleta, cámara en mano, observa con atención desde hace años los cielos de Cachi y sus alrededores, reconocidos en todo el mundo por los sorprendentes avistajes de objetos y siluetas lumínicas que realizan tanto los fanáticos del misterioso tema, turistas o como en el caso de Zuleta, alguien que entiende existen persones que dones para hacerlo, porque “eso” es básicamente energía..
Rosenfeld, que conoció a Zuleta cuando estaba preparando otro proyecto, asegura que no se trata de un filme sobre ovnis sino de la pregunta que surge al descubrir la pasión de la figura protagonista, la curiosidad y la esperanza de este hombre por encontrar y descubrir algo grande, y en su recorrido por paisajes que deslumbran, maravillosamente fotografiados por Ramiro Civita, lo consigue.
El cineasta, también aplaudido por “Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos”, otro documental filmado en Salta, y en particular por la excelente “Cornelia en el espejo”, según el cuento de Silvina Ocampo, asegura que su filme no es un documental periodístico, sino una narración acerca de un personaje real o, en todo caso, un “documental narrativo”.
El resultado sorprende, y a la vez ratifica la convicción que se tenía acerca de Rosenfeld desde su primera obra hace ya década y media, la de un cineasta dotado de un talento singular, que no difiere a la hora de encarar un documental, una ficción o una obra fuera de género, tal es el caso de esta que con peso propio y muy oportunamente fue seleccionada para la competencia de este año.
Dominga Sotomayor es una joven guionista y cineasta chilena, autora de varios cortometrajes y del largo “De jueves a domingo”, que hace tres años y a partir de una historia sencilla, la de dos niños que viajan del centro al norte chileno en busca de sus padres, logró convencer de que se trataba de una nueva autora a los que había que prestar atención.
Ahora, en esta coproducción chileno-argentina presentada en el Forum de la última Berlinale, el paisaje cambia de orilla continental, y cruza la cordillera para llegar a Villa Gesell, mezcla de médanos mechados de verde muy cerca del mar, donde Martín (el otro Mar del título) va de vacaciones con su novia y todo parece perfecto, lo parece aunque no lo sea porque es una pareja que hace ruido, hasta que llega su madre con un vicio a cuestas, cae un rayo en la zona y todo cambia de color.
La cuestión es observar qué es lo que ocurre entre estos personajes y su ocasional entorno que parece fuera del mundo, donde toman mate, se refrescan en la pileta del hotel, comparten charlas básicas, la tensión crece por contingencias más o menos comunes, alguien se entromete y, de golpe, un par de hechos uno detrás del otro, pegan un giro a lo que parecía gracioso y monótono, a la vez. 
Con esta obra, que también participó en el Festival de Valdivia, Sotomayor atrapa en un tono parecido al que hace ya algún tiempo recurrió Ana Katz cuando rodó “Una novia errante” en un paisaje similar, no obstante con algunos apuntes un poco más graciosos, y como en aquella, esta línea permite a los actores, sobresalir en lo que les toca, en este caso de Lisandro Rodríguez y Vanina Montes, también coguionistas, y Andrea Strenitz, la madre a la que le gusta demasiado el vino.

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "LA SOMBRA" Y "MADRES DE LOS DIOSES"

La primera jornada de la sección oficial argentina del Bafici presentó dos obras de cineastas con antecedentes, como lo son Javier Olivera y Pablo Agüero, responsables respectivamente de propuestas tan disímiles como los son “La sombra” y “Madres de los dioses”, documentales que exploran senderos artísticos que van de lo autoreferencial a lo mìstico.
En “La sombra”, Javier Olivera, recordado por sus anteriores ficciones “El visitante” y “El camino”, así como su reciente documental “Mika, mi guerra de España”, recorre la historia de la casa en la zona norte del gran Buenos Aires, que él mismo ocupó con su padre, el cineasta Héctor Olivera y el resto de su familia por una década, a partir de 1974.
La casa en cuestión fue símbolo de toda una época de esplendor para el productor, fundador del sello Aries con Fernando Ayala, y también de las contradicciones argentinas, que permitían combinar burguesía con ideas demasiado progresistas y consideradas cuasi subversivas por los responsables del giro de derecha de mediados de esa misma década.
Provisto de viejos Super 8 (rodados por el recordado Ayala), que muestran al autor del trabajo cuatro décadas atrás cuando era un niño, y de sus propios registros signados por la tristeza que significa una demolición como esta, Javier Olivera hace un repaso no solo por su propia experiencia familiar sino de una parte clave del cine argentino, que es parte de la memoria colectiva.
El desguase de la casa es casi una metáfora de la desaparición del cine industrial argentino, que tuvo en Aries el último bastión que pudo combinar una cantidad de cine para público masivo, léase Olmedo y Porcel entre muchos otros productos de la TV, con obras con respaldo de intelectuales como David Viñas, Osvaldo Bayer y Osvaldo Soriano.
La reflexión no solo es valiosa por su contenido visual inédito hasta ahora, sino por su armado, y en especial por su texto en el fuera de cámara, con la voz del mismo Javier Olivera, que hace catarsis de lo que fue una parte sustancial de su propia vida y tangencialmente saca conclusiones acerca de figuras recortables de la cultura argentina que forman parte de un todo muy complejo.
El segundo de los filmes vistos hoy es “Madres de los dioses”, de Pablo Agüero, ganadora del premio Cine en Construcción en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y recordado por sus anteriores “Salamandra” y “77 Doronship”, que le valieron el reconocimiento en festivales primero, de la crítica después, tanto aquí como en el exterior.
Nuevamente en El Bolsón, un lugar en el mundo que demuestra conocer por su naturaleza pero también por quienes lo eligieron como suyo, narra en tres movimientos -Apocalipsis, Iluminación y Génesis- la vida de cuatro mujeres que por distintas razones abandona las costumbres urbanas para comenzar desde cero con un nuevo credo y construir un templo. 
Agüero evoluciona en su técnica narrativa respecto a sus trabajos anteriores y lo hace con precisión técnica, es decir con una fotografía que resulta funcional a las narraciones de estas mujeres que parecen esculpidas a mano, y a la presentación que de ellas hace Geraldine Chaplin, que aporta su propia mística al relato.
Lejos de la pura observación que caracterizaba a este tipo de intervenciones documentales a comienzos del cine independiente argentino, la de Agüero deviene rica al observar con cuidado a estas mujeres convencidas y al escucharlas permitiendo al espectador meterse en su mundo sin intermediación, generando una singular corriente de energía.

1 abr 2015

"LEVIATHAN", DE ANDREY ZVYAGINTSEV: CINE RUSO DE CALIDAD PERO POLEMICO

El éxito de “Leviathan”, más allá de sus cualidades puramente cinematográficas como el guión laureado en el último Festival de Cannes, puede ser explicado, y así se lo viene haciendo cada vez que se lo analiza a velocidad, por su fuerte contenido político en medio de una coyuntura en la que occidente impulsa una nueva "guerra fría".

Es decir que "Leviathan" interesa por dos aspectos: por su costado metafórico, polémico de acuerdo al ángulo desde el que se lo juzgue, un compromiso apoyado, principalmente por en su rica y no obstante algo morosa construcción narrativa, también de imagen y de sonido.
Se trata de una mirada ácida, por momentos muy cruel, a una familia y a su enfrentamiento a la corrupta burocracia ejercida desde el poder para lograr sus metas a cualquier precio, un tema que es tradición en Rusia antes, durante y después del régimen soviético.
Kolya vive en un pueblito a orillas del mar de Barents, en el extremo norte de Rusia y tiene un taller mecánico al lado de su casa, donde vive con su joven esposa y su hijo, fruto de una relación anterior.
El alcalde del pueblo está decidido a apropiarse de la casa y del taller de Kolya a toda costa para un emprendimiento turístico: primero intenta comprar el terreno, pero Kolya no está dispuesto a vender, por lo que urde un plan siniestro.
Así, el lema de "el fin justifica los medios" aquí aplicado casi sin vueltas en torno a la gestión de Vladimir Putin, puede olerse como destinado a cumplir un fin político, envuelto con talento por un cineasta puntilloso, caligrafía probada en sus obras anteriores, que exageradamente, fueron comparadas con la de Andrei Tarkovski.
Lo que ayuda a que esa comparación tenga sentido es el lugar geográfico elegido para ambientar esta historia, en el que fósiles y restos de embarcaciones aparecen encalladas a orillas del agua, rodeadas por personajes que se confunden con el paisaje, que tienen marcas en sus rostros de un pasado y presente duro, de alcohol y de engaños, una desolación en la que solamente falta el aroma a bacalao.
El título refiere a una bestia mítica del Antiguo Testamento que surge del agua, generalmente asociada a Satanás, creada por Dios y que sólo puede ser destruida por Él, y es lógico, porque la historia tiene relación directa con ese gran monstruo que anida en la naturaleza humana, y que en este relato tiene que ver con personajes que no son héroes sino criaturas siniestras o simplemente impotentes frente a sus muchas precariedades o debilidades.
El paisaje desolado, decadente, tiene mucha importancia para Zviagintsev, que convierte al lugar en un protagonista más, clave para ese encuadre apaisado que completa la fotografía, con más oscuros y claros, del moscovita Mijail Krichman, que según el cineasta aprendió su trabajo leyendo la revista estadounidense American Cinematographer (de y para directores del rubro) y que ya es conocido por sus anteriores trabajos con él y otros cineastas de su generación.
La fotografía de paisajes duros que parecen cementerios de ballenas frente al Ártico es impactante e igual de efectiva es la música del minimalista estadounidense Philip Glass, de carácter sinfónico influenciado por el budismo, elementos que dan al conjunto un tono imponente a contrapelo de la decadencia de los personajes.
El filme logró nominaciones al Globo de Oro como mejor película de habla no inglesa, que también logró con el BAFTA, el Independent Spirit Awards, Satellite Awards, National Board of Review, Critics Choice Awards y los Premios del Cine Europeo, así como otras tres nominaciones en este último grupo; recibió el premio al mejor guión en Cannes, y mejor fotografía en Sevilla.
Zvyagintsev siempre ha destacado por hacer un cine más serio, más volcado al drama personal de sus personajes, y con “Leviathan” no abandona ese tratamiento, pero se arriesga con momentos de humor, de a ratos negro y a otros exaltando el patetismo que cargan en su mochila muchos de sus personajes.