29 oct 2015

CATARINA MOURAO PRESENTA EL DOCUMENTAL "A TOCA DO LOBO"

“A toca do lobo” (“El refugio del lobo”) es un filme de Catarina Mourao acerca de su abuelo, el novelista, cuentista y poerta lusitano Tomaz de Figueiredo (1902-1970), exponente de un estilo propio tan antiguo como moderno en la década del 60, que se puede ver en Buenos Aires en el marco de la 3ra. Semana de Cine Portugués en el Malba.
Mourao, como lo hicieron los argentinos Andrés Di Tella con “Fotografías” y Javier Olivera con la inminente “La sombra”, toma una figura familiar como eje central, y diseña con prolijidad de arquitecta la perspectiva que le permita reconstruir a la distancia aquel personaje que, a pesar de ser su abuelo, tiene un significado que va más allá de su protagonismo en la literatura de su país.
La cineasta, autora de  “Desassossego”, “A flor da pele” y “Pelas sombras”, acerca de la artista plástica portuguesa Lourdes Castro, contó para este repaso familiar con numerosos álbumes familiares, documentación variada, e incluso filmaciones y en especial un viejo programa de TV acerca de singulares coleccionistas donde aparece Figueiredo mostrando su secreta galería de fundas para pipas.
-¿Por proximidad, tomar como eje de un documental a un familiar, no implica renunciar a objetividad?
-La idea del cine nunca fue la objetividad, fue siempre explorar un punto de vista. En este film, el universo que quiero tratar es aparentemente un universo cercano pero simultáneamente distante. A veces la familiaridad puede tornarse muy extraña, es lo que Freud denomina el “uncanny”. Los álbumes, las fotografías y los filmes de familia son archivos tal como las memorias y los sueños, y eso es perfectamente asumido en la película.
-Igualmente, el desafío sigue existiendo...
-El desafío no era tanto tornar más objetivo lo que es familiar pero sí tornar lo familiar en universal. Y para eso es fundamental envolver emocionalmente el espectador.
-¿Cómo fue el proceso de búsqueda de material propio y ajeno?
-El proceso de pesquisa, el rodaje y el montaje de la película se fueron dando más o menos en simultáneo. Fui encontrando historias, fui filmando, fui montando. Y después volvía nuevamente a encontrar nuevas pistas que a veces hasta contradecían las pistas iniciales o las memorias de mi mamá. Quise que el film, más allá de la narrativa más cronológica sobre la historia de mi abuela y de mi mamá, reflejase mi propio viaje navegando por los archivos que iba encontrando.
-El hecho de tener mucho material familiar del tema encarado, ¿facilita o complica la posibilidad de sintetizar una historia tan vasta?
-En principio tener mucho material nos permite tener más opciones, un diseño más rico de la historia en su complejidad. Pero después es necesario saber elegir para tornar la historia inteligible. A veces se nos es negado el acceso a material, a veces somos confrontados con puertas cerradas y silencios y eso también es “material” en si mismo, un hallazgo que quise incorporar en la película. El hecho de nunca haber logrado entrar en Casares, a la casa de mi abuelo, fue determinante y moldeó el film que hice. Fue frustrante pero simultáneamente liberador.
-La abundancia de fotografías de notable calidad ayudaron en la tarea, más allá de que también hay filmaciones caseras de varias épocas.
-Sí, haber encontrado filmes antiguos en buen estado de conservación y en los que quien filmaba tenía una mirada cinematográfica ayudó muchísimo. Fueron estos descubrimientos de filmes caseros, así como un fantasmagórico programa de TV con mi abuelo, que desencadenaron las ganas de hacer la película.
-¿Qué dificultades tuvo, a nivel familiar para encarar a semejante personaje, y cuál fue el mayor obstáculo que tuvo en el rodaje?
-Creo que transformé la dificultad en una fuerza del film. El film es sobre la opacidad y el silencio que dominaron 48 años en Portugal y que claramente tuvieron efectos en la esfera más familiar y personal de la vida de los portugueses. Mi tía, a partir del momento en el que no quiere colaborar en la película e impide mi visita a la casa de mi abuelo, se torna en un personaje casi ficcional pero ausente del film. Ella es obra de una construcción sobre su identidad y una metáfora perfecta para toda una época.
-Tu obra aborda un subgénero del documental que es el de la obra autorreferencial...
-Hacer un film en primera persona con esta dimensión auto reflexiva implica un nivel de exposición que yo desconocía. Se trata del primero que hice con mi voz en off y en el que yo aparezco. En el inicio la idea no era esa pero a medida que fui filmando las conversaciones con mi mamá se hizo inevitable mi presencia en la película. No podía dejar a mi mamá hablando sola en la pantalla. Este viaje era un viaje de las dos. Claro que este abordaje más autobiográfico coloca muchos desafíos.
-Es imposible salir del gran tema que es una historia personal...
-Se trata de intentar que una historia personal sea relevante para los demás, sea tratada con suficiente profundidad que permita que otras personas se revean en ella o que se envuelvan en su viaje y que las memorias personales tengan eco en un contexto social y político mas vasto.
-¿Qué cree haber aprendido haciendo este trabajo?
-Aprendí que la gran cuestión en el documental es la distancia justa en relación al que queremos filmar y, en este caso, no es muy distinto. Aquí era importante en muchas ocasiones distanciarme de la historia que estaba contando, olvidar que era la mía y mirarla desde afuera. Es un ejercicio difícil pero no más difícil que filmar el “otro” y tener la pretensión de que le podemos dar una voz y representarlo como pasa en los documentales que no son autobiográficos. (Publicada en Télam)