21 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "PLACER Y MARTIRIO" Y "PONER AL ROCK DE MODA"

Tras las exhibiciones de hoy, la competencia oficial argentina del 17° Bafici entra en su tramo final, con sus más y sus menos, una alternativa con títulos relevantes o al menos con firmas conocidas que respaldan las producciones programadas.
La selección de la sexta jornada incluyó una ficción y un documental, a saber “Placer y martirio”, de José Celestino Campusano, que cambia esta vez de escenografía y problemática, y “ Poner al rock de moda”, de Santiago Charriere.
El documental dedicado al grupo Banda de Turistas es un ejemplo que, si bien tiene como principal protagonista a la banda de rock y pop debe ser analizado desde el punto de vista cinematográfico, es decir más allá de cualquier juicio musical.
Banda de turistas es un grupo con reconocidos méritos aquí y en el exterior hace menos de una década y con cuatro CDs, que homenajea a su manera a la música de finales de los años 60, incluso en su forma de moverse fuera de escena.
Charriere, que debuta con este filme, compiló una importante cantidad de imágenes de backstage rodadas de diferentes formas y con diferentes soportes, hizo algunas especialmente y logró darle al todo una unidad que es digna de destacar.
En ese trabajo de edición vertiginosa, que sostiene el relato de principio a fin, donde la impronta de luces estroboscópicas se complementa tanto a la musicalidad del grupo como al fino trabajo de sonido de Pablo Sala, todo tiene razón de ser.
Tanto la trastienda de sus presentaciones, como la preparación de temas con sus productores, o simplemente ensayos entre bromas y birras, o el complicado show interrumpido por lluvias en México, sirven para meterse en su mundo.
El debutante logra compatibilizar imágenes de baja, media y alta definición con un sonido cuidado en extremo, logrando un equilibrio que, seguramente, va a ser muy aplaudido por sus fans, más allá de que eso también significa una limitación.
Con “Placer y martirio”, Campusano, el autor de obras como “Vil romance”, “Legión”, “El perro Molina” y la miniserie maldita “Fantasmas de la ruta”, pega un peligroso salto mortal, y al hacerlo se da algunos golpes.
Campusano supo acuñar un estilo que se caracteriza por poner en la mira un mundo que conoce, y bastante, como lo es de una clase social suburbana que hace equilibro entre la legalidad y la marginalidad, a veces de un lado, a veces del otro, con códigos muy singulares.
En ese sentido, logró construir un lenguaje ad hoc, es decir que es funcional para contar historias transgresoras, duras, sin maquillaje, que lograron imponer imágenes que hasta entonces no estaban contempladas por el cine convencional.
Tras esa media docena de obras que dieron que hablar y merecieron premios, trabajos que indudablemente llevaban su sello, su marca identificable, Campusano se arriesga a una historia que está ubicada en las antípodas de aquellas.
El salto mortal que pega es doble: por un lado se mete en un mundo con discursos, formas y códigos que observa curioso, en ambientes de extrema prolijidad, por más crueles que sean en verdad, y por el otro a una estética "prolija". 
El grupo protagonista es una familia de clase media muy bien acomodada, para ser precisos de Puerto Madero, un matrimonio de cuarentones en crisis con hija adolescente, cada uno con sus propias historias que terminan estallando.
Delfina, la mujer, presta poca atención a su esposo y hasta se aleja de su hija, en busca de alguna relación extramatrimonial que la conforme, gracias a un grupo de amigas también dispuestas a las fiestas de strippers o potenciales amantes.
Así conoce a un hombre misterioso, supuestamente de origen árabe y de muy buen pasar llamado Kalil, que se mete en su vida, en verdad ella lo deja entrar, para someterse pura y exclusivamente a sus deseos, sin imaginar lo que vendrá.
Lo que ocurre es que Campusano, curioso de cómo son las transgresiones lejos de la marginalidad, se mete en camisa de once varas, para ser más claro, la historia que cuenta es posible, pero bastante elemental quizás por esa distancia que tiene con ella.
El resultado, más allá de desniveles en la construcción de los diálogos, incluso algunas situaciones muy previsibles que dependen a su vez de un grupo actoral variopinto, interesa pero se queda en un lugar en el que se pierde el sello de autor de su cine.
“Poner al rock de moda”, se repetirá, mañana, a las 16, en el Village Recoleta 7, y el viernes, a las 18, en el Artemultiplex Belgrano 1, mientras que “Placer y martirio”, repetirá mañana, a las 18.15, en el Village Recoleta 4 y el viernes, a las 22.15, en el Artemultiplex Belgrano 1.

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