19 abr 2015

BAFICI, COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA, "GENERACION ARTIFICIAL" Y "TODO EL TIEMPO DEL MUNDO"

La competencia oficial argentina del Bafici ofreció “Generación artificial”, del debutante Federico Pintos, la otra “Todo el tiempo del mundo”, de un autor con antecedentes, como el sanjuanino pero cordobés por adopción Rosendo Ruiz, autor de la recordada “De caravana” y de “Tres D”
Ruiz vuelve al género, en este caso la historia de tres adolescentes compañeros de colegio secundario que traman una transgresión, un viaje que sueñan clave y trascendente para sus vidas, ocurren una serie de anécdotas y terminan algunos días después, en el mismo lugar donde comenzó, 
Los chicos, de un colegio privado, tienen cada uno sus propias inquietudes, difíciles de identificar en esa etapa de aprendizaje y transiciones de todo tipo, juntos comparten la idea de llegar a una aldea de vida comunitaria perdida en las sierras provinciales.
Juan, Micaela, Paula-Valen, transexual, llegan a la que suponen casa abandonada con un poco de dinero, prueban la convivencia, pierden el tiempo, conocen a una vecina que les comenta acerca de ese lugar al que aspiran a llegar, y poco más.
Los personajes son creíbles y están muy bien interpretados por Juancho Croce, Micaela Dalesson y Paula Ledesma, pero el problema es que todo parece más una correctísima improvisación filmada que una construcción narrativa y, por ello, quedan muchos cabos sueltos.
Hay situaciones que no parece desarrollarse, el desenlace es forzado, demasiado rápido y algunas cuestiones (las referencias, como las del Mundial de Fútbol) no parecen ser funcionales a la historia.
Así y todo, es importante destacar el cuidado en la imagen y el ritmo de ese todo, que es ágil y hace más tolerable esa flaqueza en la trama, que, no cabe duda , tiene más que ver con la idea de ejercicio que de cine con todo lo que esto significa.
En "Generación artificial", Pintos, por su parte, dice fuera de cámara (o un falso autor) a la manera de relato de este “falso a medias” documental, que comenzó la preparación de lo que ahora presenta en el Bafici hace más de una década y tiene lógica, porque muestra pruebas que se supone que son genuinas.
Al comienzo, explica el surgimiento de los soportes caseros, fílmicos, pero rápidamente los magnéticos, es decir los disquetes, y casetes VHS que comenzaron a usarse para el registro y reproducción de imágenes en movimiento a mediados de la década del 80 y su devenir desde entonces.
Desde los Súper 8 filmados por su padre que dice recién vio cuando era mayorcito, hasta su inquietud como aficionado a la edición casera de imágenes ajenas y su paso por la producción de videos de casamientos y fiestas de quinceañeras, más algún voyeurismo, pasan en un montaje vertiginoso.
La aplicación de efectos rudimentarios, y la idea de que los flasheos estrobocópicos o de lentes caleidoscópicos, le permitieron formar parte de la primera camada de vj's, es decir video jockeys, que armaban efectos audiovisuales pisando imágenes diversas en boliches.
Luego, Pintos incorpora testimonios de especialistas, cabezas parlantes, acerca de cuál es la diferencia o no entre estas obras para decorar fiestas nocturnas y el llamado videoarte, incluso la neurociencia (Graciela Taquini y Mariano Sigman), y un delirante videasta de ficción.
Es en ese momento en que el recorrido histórico y la propuesta visual intermitente, comienza a disolverse a punto de debilitar la fuerza documental con una de ficción que intenta tomar un tema fantástico estilo Kathryn Bigelow (“Días contados”) o David Cronenberg (“Videodrome”).
Pero el resultado es solo llamativo en lo documental, es decir mientras aborda el recorrido histórico, a la vez que lo ficcionado resulta muy pretencioso para lo importante que parece proponer la primera parte, el desafiante montaje que muestra el cambio de paradigmas audiovisuales de las últimas décadas.

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