18 sept 2013

GUSTAVO POSTIGLIONE: "LEJOS DE PARIS"

(San Juan) Gustavo Postiglione sorprende, a más de veinte años del estreno de “El asadito”con un filme experimental, autorreferencial, que tiene como eje su idea acerca de Rosario, su ciudad natal. Postiglione es claro al mirar a Rosario, dice, como “una mujer o un par de tetas”, y desde ese momento, en el que registra a mujeres, a sus pechos, sus movimientos, con más o menos luz pero siempre con un foco exacto, recorre no solo Rosario sino todo aquello que le refiere a su paisaje urbano, a su recorte costero, al imponente río, a sus rascacielos de siglo 21, a sus calles, que pueden ser de Buenos Aires o de Nueva York, como dice, a sus bares, pero en especial a su alma. “Lejos de París” es una propuesta que se aleja de lo convencional, y así como “Días de mayo”, acerca del Cordobazo y la juventud intelectualizada-cinéfila de entonces con efectiva inspiración nuevaolista, lograba una nueva lectura de viejos tiempos, esta vez la sorpresa está dada por su ángulo de observación. La mirada del director es similar a la de un turista que, sin embargo, en verdad conoce muchas de las verdades que se esconden en las imágenes que registra, y por eso recuerda al Wong Kar Wai, que observó una Buenos Aires diferente en “Felices juntos”, y a Sofía Coppola en “Perdidos en Tokio”, un verdadero rompecabezas de frase cortas que reflexionan desde el fuera de cámara con su voz y con la interpretación de aquello que ve, en la pantalla. Los formatos se mezclan, las calidades de definición, la iluminación, la nitidez estridente (la de una cancha de fútbol) o ese sugestivo fuera de foco de luces de automóviles, leds que recuerdan con nostalgia a los tubos de neón, imágenes que parecen dibujadas sin tonos intermedios, cámaras de celulares que muestran al mismo cineasta, con su tradicional sombrero, como testigo de su ciudad. “Lejos de París” es un canto de amor por Rosario, una confesión a viva voz de un amor-pasión que recuerda al de Francois Truffaut por París (no es casual que en su título aparezca París como ciudad referente), un oda a su paisaje urbano, aunque en ningún momento caiga en el lugar común sino todo lo contrario, al punto de convertirse en un estímulo fuera de serie. No hay mejor sueño que aquel que se puede disfrutar a plena conciencia, y Postiglione logra soñarlo a ojos bien abiertos, invirtiendo, además películas caseras, viejos registros de la ciudad, incluso algunos de las reacciones populares de 1968 y de 2001, fragmentos de sus películas, de otras películas y una gama de trucos que ayudan a completar un todo hipnótico. El experimento que deviene único, en tanto y en cuanto pocas ciudades del mundo tuvieron hasta el momento una interpretación cinematográfica cargada de cinefilia de esta magnitud, que además tiene a su favor un trabajo de montaje impresionante, digno de ser analizado en escuelas de cine, porque en ese rubro reside buena parte del éxito del producto acabado.

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