25 ene 2011

Alex de la Iglesia tomo una decisión

Mientras algunas figuras de la creación audiovisual española, como Javier Bardem y la ministra de cultura Angeles Gonzalez Sinde defienden a capa y espada la ley antipiratería en Internet que a esta altura lleva el nombre la funcionaria referida, otros como el cineasta Alex de la Iglesia, actual presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, se muestran disconformes y lo hacen a viva voz. El director que acaba de recibir un montón de nominaciones a los premios Goya, que entrega la institución, de la que no obstante está al frente (por Balada triste de trompeta), anunció su renuncia al cargo apenas termine la gala que tendrá lugar el 13 de febrero, por primera vez en el Teatro Real madrileño. En diversas entrevistas, el autor de La comunidad y Crimen ferpecto ha confesado que él mismo ha bajado numerosas películas de la web y que durante mucho tiempo poco le preocupaba el tema. Sin embargo su decisión no tiene que ver con la oposición a la idea de que el creador tiene que cobrar por su obra sino de qué manera se debe garantizar ese derecho autoral, que no es precisamente judicializando el tema mediante restricciones, sanciones o controles sobre los sitios, menos aún a los internautas sino apuntando al aporte que podría exigirse a las operadoras del servicio de internet que con esta ley quedarían liberadas de pagar canon alguno. “Por vez primera, aprendí que dialogar con personas que te llevan la contraria es mucho más interesante. Puede resultar incómodo al principio, sobre todo si eres soberbio, como yo. Pero cuando aprendes a encajar, la cosa fluye, y las ideas entran. En este país cambiar de opinión es el mayor de los pecados”, dice en un artículo publicado ayer por el diario El País. "Creo que tenemos instalado el chip de la intransigencia desde hace tiempo. Hablo de ello en mi última película. La única manera de arrancárnoslo es mirar a la cara a la gente y decir lo que piensas con el convencimiento de que puede no ser cierto, que puedes estar diciendo o haciendo una tontería", dijo. La ley, que fue vetada en diciembre y reformulada durante las últimas semanas para presentarse al Poder Legislativo, con el consenso del oficialismo (PSOE) y la oposición (PP) permitiría clausurar los portales en un plazo de entre 15 y 17 días, así como un riguroso control judicial sobre los mismos, sanciones con las que el cineasta, además, está en desacuerdo. “No voy a dejar de discutir, pero francamente, prefiero hacerlo como director que como presidente. Lo coherente es dejarlo”, aseguró refiriéndose al cargo que ocupa desde junio de 2009 y por el que tanto consenso ha logrado.
"Lo mejor hubiera sido empezar de cero. Es una ley que desde sus inicios ha sido muy impopular. Enfrentar a creadores con la Red es el mayor de los errores. Llevo meses intentando conseguir un consenso entre todos y no hemos sido escuchados por los políticos. Esta ley no es la solución para nadie", concluyó el director.
Para los internautas, la Ley Sinde afectará la protección de datos.

9 ene 2011

Nuestro cine y la Argentina de 2010

Un Oscar, a una producción estrenada en 2009. Poco más de un centenar de estrenos, más de la mitad estrenados en circuitos convencionales, la mayoría de ficción. Pocos nombres de los ya muy conocidos, notable cantidad de debutantes. Ninguno capaz de superar el millón de espectadores, dos capaces de reunir medio millón. El puñado de películas con una importante cantidad de público con algún respaldo de la TV. Idas y venidas con las pantallas alternativas, pero a fin de cuentas la tendencia crece. Una buena porción de títulos que no tuvieron demasiada difusión, que alcanzaron solo un puñado de espectadores, algo que preocupa en especial a los cineastas más independientes. Una menor participación en muestras fuera del país, pero algún premio importante. Mayor presencia del cine nacional en festivales locales pero internacionales, como Mar del Plata y el Bafici. Ningún conflicto importante entre cineastas e Incaa. Apoyo sustancial a la producción de contenidos para la TV digital. Puesta en marcha del IncaaTV, en buena medida dedicado al cine argentino.
Estas son algunas de las claves que guiaron el cine argentino de este año más allá de si en su conjunto –algo difícil de evaluar- fue mejor o peor que en años anteriores. Dicen que en materia de gustos y colores no hay nada escrito pero es una verdad a medias. Las críticas publicadas durante este año hablan, y lo hacen de diversidad. No es poco.
El cine argentino, cuya producción es la más importante y significativa del universo del habla hispana (se ve mucho más cine argentino en España, que de ese origen aquí) vive un momento de transición que no será breve. Los cambios tecnológicos, las formas de comercialización-exhibición, la renovación generacional, la inserción en un mercado cada vez más competitivo con reglas que mutan a toda velocidad, no permiten conclusiones demasiado certeras.
Sin embargo hay algunas cuestiones concretas que no se pueden soslayar. El cine argentino sigue produciendo y la lista de proyectos crece día a día. Parecen haber quedado en el olvido las comedietas vulgares que en viejas épocas llevaban millones de espectadores para dar paso a una nueva forma de encarar el género. Pero no es la única expresión que busca renovarse. Los documentales ya no son el simple registro de algo ocurrido y hasta el cine que cuestiona los lenguajes convencionales, apuesta por ser más arriesgado.
Si hablamos de cine argentino es porque existe e importa. El Oscar de este año a El secreto de sus ojos, es en mayor medida argentino, y el reconocimiento del público a obras como Igualita a mi, comedia a fin de cuentas como Dos hermanos, pero de un nivel muy superior al que acostumbraba a llenar salas hace una década o menos todavía Carancho, Gaturro, El hombre de al lado, con su curiosa ambivalencia entre comedia y drama, se contrapone a una gran mayoría que no alcanzó los 10.000 espectadores.
Pero no hay que lamentarse por lo ocurrido sino todo lo contrario. Toda industria en ciernes sana tiene este tipo de contradicciones en un mundo en el que no solo se juega la creatividad personal de los autores, los nuevos o los consagrados, sino una coyuntura de crisis de todo tipo, desde las políticas, las religiosas y siempre en primer plano las económicas con todo lo que esto supone
En esta década prodigiosa (que no es la de Chabrol), la Argentina pudo sobrevivir y salir de la crisis más impresionante de su historia, no solo recuperar la capacidad de trabajo sino además, recuperar la confianza en una política que le devuelva la esperanza de que todo puede ser mejor y que la utopías deben seguir siendo la meta. Argentina recupero su cultura con políticas nacionales de largo alcance y festejó su Bicentenario como un acontecimiento histórico que nos pertenece a todos. Esa realidad quedó registrada en actos multitudinarios, verdaderamente multitudinarios, donde los referentes nuestra identidad hicieron lo suyo frente a sus hermanos. Fue un año memorable a pesar de una tristeza, alegre a fin de cuentas porque nos ha generado un modelo a seguir: el del esfuerzo que cuando se hace con tanta pasión y desprendimiento nos quita la vida pero nos devuelve el amor para siempre.
2010 fue un año memorable y nosotros debemos hacerlo más memorable todavía empeñados en un futuro todavía mejor.
Es posible.