21 feb 2010

Los Goya de la Academia de España


Celda 211 es un thriller carcelario. Comienza en un día y termina más o menos ese m ismo día. En realidad comienza cuando debería terminar, con un recluso al que apenas se distingue que ha tomado la decisión de cortarse las venas con un elemento punzante de fabricación clandestina en prisión, porque al que vemos es a un condenado de alta peligrosidad al que todos llaman Malamadre, al que todos temen y todos respetan como lider. También de inmediato conoceremos a Juan, un joven que está por ingresar a la institución como guardiacarcel. La cuestión es que un día antes de que eso ocurra, Juan se acerca a la cárcel, donde otros integrantes del servicio penitenciario, guían por pasillos para mostrarle y contarle cómo será su vida a partir se instale en el lugar.
Lo que nadie imagina que en ese preciso instante estallará un motín con toma de rehenes –reclusos de la ETA, nada menos- que pide a cambio reivindicaciones que por lo visto son justas. Lo que nadie imagina es que en medio de ese choque, Juan será herido de un piedrazo, guardado momentáneamente en una celda vacía –la 211- y que en tanto y en cuanto buscan a un médico para atender su herida en la cabeza, deberá mimetizarse entre los reclusos para seguir con vida.
En el transcurso de unas pocas horas, Juan descubrirá como es la vida allí dentro, quienes son los que realmente tienen poder, y como de alguna forma se producen enfrentamientos internos precisamente por conservarlo. También descubrirá cuales son las políticas carcelarias y lo que es peor aún, como es eso de la corrupción dentro de ellas. Finalmente, un hecho trágico lo impulsará a tomar una decisión clave: aliarse definitivamente con aquellos a los que en verdad un día después hubiera tenido que custodiar. Y de esa decisión no se vuelve.
El desenlace violento de los hechos que ocurren casi en tiempo real delante de la cámara de Daniel Monzón, es de los mejores registrados y editados de la historia del cine carcelario, y eso, sumado a la imponente actuación de Luis Tosar, acompañado por el novato de Daniel Ammann (un argentino nacido en Córdoba que por este trabajo, al igual que Tosar en el rubro actor principal, se llevó el premio Goya como revelación), la han convertido en una película sólida, trágica y con muy buena llegada al público que busca entretenimiento, más allá de buenas ideas.
La película se ubicó, después de Agora, entre las más exitosas del 2009, superando los 2.000.000 de espectadores.

Agora, de Alejandro Amenabar podría haber sido una gran película si se hubiese concentrado lás en su personaje principal, sin agregarle demasiados detalles, imaginados, apropósito de su vida de relación con quienes la rodeaban. Si Amenabar y Mateo Gil, su coguionista, hubiesen puesto más énfasis en el matiz político del personaje, dada su postura frente a la razón en manifiesta oposición a la de la religión, quizás inspirándose en el contundente Galileo de Bertolt Brecht, el resultado hubiese sido poderoso por encima de lo melindroso o utilitario en el sentido que Hollywood da esta definición. Resulta curioso que Amenabar, un director que ha dado sobradas muestras de su independencia incluso dentro de una estructura industrial bastante independiente como la española, que no haya alcanzado la fuerza de Gladiator, no obstante la obra de Ridley Scott también caía en ciertos convencionalismo que solo tenían como meta cumplir con los tópicos que el cine norteamericano exige a sus directores. Hay en Agora, algunos momentos memorables. En principio, los que aprovechan el CGI (el uso de efectos de computadora para lograr escenografías imposibles). La cámara las sobrevuela (hay una escena en donde la gente convulsionada en su afán de destruir la biblioteca de Alejandria se asemeja a células alocadas como si estuviesen multiplicándose o relacionándose entre ellas tal como en una metaplasia), e incluso reinterpreta de acuerdo al ángulo que esta elige para encuadrar por ejemplo en la escena en la Hipatia es emparedada por los católicos, el círculo del lucernario tal como si fuese un a elipsis: el misterio del movimiento de la Tierra alrededor del Sol todavía no resuelto en el siglo IV, que tiempo después la ciencia, como ya era costumbre enfrentándose a la religión, demostraría no era circular sino elíptica. Qué buena metáfora visual desperdiciada en un conjunto que, más allá de su montaje, despliegue e incluso alguna buena actuación (la de Rachel Weisz, casi excepcional dentro de un grupo con muchos altibajos), no logra la le perfección de esa interesante idea que encierra: la de la religión vs. la razón, la fe religiosa enfrentada a la búsqueda de la verdad a partir del cuestionamiento que solo podían dar aquellos rollos finalmente destruidos (otra escena memorable la de los rollos volando por los aires en cámara lenta), en un desborde de salvajismo, de retroceso a lo primitivo, que atrásó siglos la evolución de la humanidad.
Agora es una rareza del cine español actual, la vuelta a los films que viajan por los tiempos, que recuerdan por momentos a los peplums con personajes míticos llenos de músculos consecuencia de anabólicos y rocas del telgopor, no obstante más riguroso y con alguna idea por allí, que se disuelve, se pierde, entre tanto de los otro.

Estas dos películas son las que compitieron con El secreto de sus ojos por los premios de la Academia de las Artes y ciencias Cinematográficas de España, en el rubro mejor película española (la pelíucla de Campanella es una coproducción con España)logrando llevarse Celda 211 un total de 8 y Agora un total de 7 Goyas, mientras que el film de Campanella solo 2, a mejor actriz revelación (gracioso que sea para Soledad Villamil, que ya tiene siete largometrajes hechos antes de ahora, varios estrenados y con éxito en España, entre ellos El oso rojo) y el que estaba escrito, a mejor película iberoamericana, pasándole por encima a La teta asustada, de Claudia Llosa y a la uruguaya Gigante, del argentino Adrián Biniez, ganadora del premio a mejor ópera prima del festival de Berlín de 2009. La otra película en competencia en este rubro era Dawson Isla 10, del veterano Miguel Littin, basada en hechos reales relatados en el libro escrito por Sergio Bitar, apropósito de un centro de detención que Pinochet ubicó en el sur de su país con el propósito de encarcelar allí a quienes formaron parte del gobierno de Salvador Allende.

El corto La dama y la muerte, producido por Antonio Banderas que es candidato al Oscar de Hollywood, se llevó el Goya a mejor corto de animación (ver nota Cortos-Oscar) mientras que Planet 51, recibió el muy merecido a mejor largo de animación.

Todos los ganadores

MEJOR PELÍCULA
• “Celda 211” de Telecinco Cinema S.A.U., Vaca Films, Morena Films
MEJOR DIRECCIÓN
• Daniel Monzón por “Celda 211”
MEJOR DIRECCIÓN NOVEL
• Mar Coll por “Tres dies amb la família”
MEJOR GUIÓN ORIGINAL
• Alejandro Amenábar, Mateo Gil por “Ágora”
MEJOR GUIÓN ADAPTADO
• Jorge Gerricaechevarría, Daniel Monzón por “Celda 211”
MEJOR MÚSICA ORIGINAL
• Alberto Iglesias por “Los abrazos rotos”
MEJOR CANCIÓN ORIGINAL
• `Yo también´ de “Yo, también“
Compositor: Guille Milkyway
MEJOR INTERPRETACIÓN MASCULINA PROTAGONISTA
• Luis Tosar por “Celda 211”
MEJOR INTERPRETACIÓN FEMENINA PROTAGONISTA
• Lola Dueñas por “Yo, también”
MEJOR INTERPRETACIÓN MASCULINA DE REPARTO
• Raúl Arévalo por “Gordos”
MEJOR INTERPRETACIÓN FEMENINA DE REPARTO
• Marta Etura por “Celda 211”
MEJOR ACTOR REVELACIÓN
• Alberto Ammann por “Celda 211”
MEJOR ACTRIZ REVELACIÓN
• Soledad Villamil por “El secreto de sus ojos”
MEJOR DIRECCIÓN DE PRODUCCIÓN
• José Luis Escolar por “Ágora”
MEJOR DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA
• Xavi Giménez por “Ágora”
MEJOR MONTAJE
• Mapa Pastor por “Celda 211”
MEJOR DIRECCIÓN ARTÍSTICA
• Guy Hendrix Dyas por “Ágora”
MEJOR DISEÑO DE VESTUARIO
• Gabriella Pescucci por “Ágora”
MEJOR MAQUILLAJE Y/O PELUQUERÍA
• Jan Sewell, Suzanne Stokes-Munton por “Ágora”
MEJOR SONIDO
• Sergio Burmann, Jaime Fernández, Carlos Faruolo por “Celda 211”
MEJORES EFECTOS ESPECIALES
• Chris Reynolds, Félix Bergés por “Ágora”
MEJOR PELÍCULA DE ANIMACIÓN
• “Planet 51” de Ilion Studios, HandMade Films Limited, S.L., Chuck & Lem, S.L., Antena 3 Films, S.L.
MEJOR PELÍCULA DOCUMENTAL
• “Garbo, el hombre que salvó el mundo” de Ikiru Films, Centuria Films, Colosé Producciones, Televisió de Catalunya
MEJOR PELÍCULA HISPANOAMERICANA
• “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella (Argentina)
MEJOR PELÍCULA EUROPEA
• “Slumdog Millonaire” ¿Quién quiere ser millonario? de Danny Boyle (Reino Unido)
MEJOR CORTOMETRAJE DE FICCIÓN
• “Dime que yo” de Mateo Gil
MEJOR CORTOMETRAJE DOCUMENTAL
• “Flores de Ruanda” de David Muñoz López
MEJOR CORTOMETRAJE DE ANIMACIÓN
• “La Dama y la Muerte” de Javier Recio Gracia
GOYA DE HONOR
• Antonio Mercero

19 feb 2010

Cortometrajes al Oscar

Varios cortometrajes de animación impresionantes, de diferentes origenes, compiten este año por la estatuilla que entrega la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Rara vez estos rotos tienen la debida difusión en el mundo. Estos dos casos marcan el nivel que este año asume este rubro al que poca gente da importancia a la hora de las transmsiones.











Otros, como el que sigue, no estarán nominados, pero igualmente son fuera de serie. Aquí va:

3 feb 2010

Ochenta películas para el Bicentenario

Estas son la mayoría -70 en total- películas con formato de largometraje que podrán conocerse en 2010. La mayoría, además, están terminadas o en avanzado proceso de producción. Están ordenadas alfabeticamente, lo que no indica un orden de importancia. Cabe destacar que durante este año tendrá lugar un nuevo Mundial de Fútbol, por lo cual durante el més y medio en el que se desarrolla al promediar el año, la presencia de muchas de estas películas se facilitará, no obstante se complicará la de agosto, que tradicionalmente está reservada a los grandes títulos locales.

Aballay, de Fernando Spiner con Nazareno Casero y Pablo Cedrón.
Adopción, de David Lipszyck, con
Aguas verdes, de Mariano de Rosa, con Alejandro Fiore
Arroz con leche, de Jorge Polaco, con Issabel Sarli
Benjamín, de Fabio Teves, con Fabio Teves
Campo Cerezo, de Patricia Martín García, con Marta Bianchi, Ana Yovino
Chapadmalal, de Alejandro Montiel
Che, un hombre nuevo, de Tristán Bauer
Ciencias morales, de Diego Lerman, con Julieta Zylberberg, Osmar Nuñez, Marta Lubos y Gaby Ferrero. Basada en la novela de Martín Kohan.
Cómplices del silencio, de Stefano Incerti, con Alessio Boni, Jorge Marrale
Cuentos de la selva, de Liliana Romero y Norman Ruiz. Animación.
Derechos humanos en salud mental, de Miguel Rodríguez Arias
Diletante, de Kris Niklison
Domingo de ramos, de Jose Glusman, con Gabriel Goity, Gigi Rua y Mauricio Mayub
Dormir al sol, de Alejandro Chomski, con Luis Machín, Esther Goris, Carlos Belloso y Florencia Peña, basada en la novela de Adolfo Bioy Casares.
Dos hermanos, de Daniel Burman, con Antonio Gasalla, Graciela Borges y Elena Lucena.
El agua del fin del mundo, opera prima de Paula Siero, con Facundo Arana y Diana Lamas.
El hombre de al lado, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, con Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz.
El ladrón, de Gustavo Coppoletta, con Nicolás Pauls y Matías Umpierrez
El mural, de Héctor Olivera, con Luís Machín, Carla Peterson, Ana Celentano, Bruno Bichir, Sergio Boris, Rodrigo Noya, Juan Palomino, Camilo Cuello Vitale y Mónica Galán.
El niño argentino, de Luis Puenzo, con Mike Amigorena
El perseguidor, de Víctor Cruz
El sendero del vidente, de Gonzalo Calzada, con Valentina Bassi,m Gustavo garzon, Mimi Ardu
El tunel de los huesos, de Nacho Garassini, con Raúl Taibo y Daniel Valenzuela
Eva & Lola, de Sabrina Farji, con Celeste Cid y Emme.
Fontana, la frontera interior, de Juan Bautista Stagnaro, con Jorge D´Elía, Pablo Ribba, Guillermo Pfening.
Forajidos de la Patagonia, de Damian leibovich, con Juan Manuel Rodi y Carla Pandolfi
Fragmentos rebelados, de David Blaustein
Francia, de Israel Adrián Caetano, con Natalia Oreiro, Lautaro Delgado, Mónica Ayos, Mex Urtizberea y Milagros Caetano.
Franzie, de Alejandra Marino, con Mimí Ardú, María Laura Cali, Victoria Carreras, Norma Pons y Enrique Liporace.
Gaturro, de Gustavo Cova. Film de animación 3D basado en el popular personaje de Nik.
Gigante, de Adrián Biniez, con Horacio Camandule
Juntos para siempre, de Pablo Solarz, con Peto Menahem, Malena Solda y Florencia Peña.
La cantante de tango, de Diego Martínez Vignatti
La herencia, de Sergio Schmucler
La hora de la siesta, opera prima de Sofía Mora.
La madre, de Gustavo Fontán, con Marisol Martínez, Federico Fontán, Gloria Stingo.
La mosca en la ceniza, de Gabriela David, con Luis Machín, Cecilia Rossetto y Luciano Cáceres.
La patria equivocada, de Carlos Galettini, con Juana Viale, Adrián Navarro, Elio Marchi y Esteban Pérez.
La plegaria del vidente, de Gonzalo Calzada, con Valentina Bassi, Gustavo Garzón, Fabio Aste, Rodolfo Ranni y Juan Minujin.
La revolución es un sueño eterno, de Nemesio Juárez, con Lito Cruz y Juan Palomino
Laberintos de hielo, de Miguel Ángel Rossi, con Jimena Cyrulnik, Natacha Durán, Mauro Ivanovich.
Las aventuras de Nahuel, de Alejandro Malowicki
Las heridas, de Pablo Trapero, con Ricardo Darín y Martina Gusmán.
Las islas, de Antonio Cervi
Las manos al piano, de Fernando Rubio, con Fito Páez
Lo siniestro, de Sergio Mazurek, con Luis Ziembrowski
Longchamps, de Andrés Andreani, con Maruja Bustamante y Mariela Centurión.
Los Marziano, de Ana Katz, con Guillermo Francella, Arturo Puig, Mercedes Morán y Rita Cortese.
Los santos sucios, de Luis Ortega, con Alejandro Urdapilleta, Luis Ortega, Emir Seguel, Rubén Albarracin, Brian Buley y Martina Juncadella.
Lucho y Ramos, de Leonardo Favio Calderón, con Favio Posca, Maria Fernanda Callejón.
Marea de arena, de Gustavo Montiel Pagés, con Daniel Kuznieka y Felipe Colombo.
Medianeras, de Gustavo Taretto, con Pilar López de Ayala, Javier Drolas, Inés Efron, Carla Peterson, Rafael Ferro, Adrián Navarro, Miguel Dedovich, Jorge Lanata, Alan Pauls y Mariana Fabbiani.
Mis días con Gloria, de Juan José Jusid, con Nicolás Repetto, Carlos Portaluppi, José Luis Alfonzo, Norma Argentina, Isabel Sarli y Luis Luque.
Ni Dios, ni patrón, ni marido, de Laura Mañá, con Daniel Fanego, Esther Goris, Joaquín Furriel, Ulises Dumont, Laura Novoa, Eugenia Tobal y Ana Fernández .
Ocio, de Juan Villegas y Alejandro Lingenti, con Nahuel Viale, Germán Da Silva y Lucas Funes.
Orquesta roja, de Nicolás Herzog
Paco, de Diego Rafecas, con Tomás Fonzi, Norma Aleandro, Esther Goris, Sofia Gala Castiglione, Romina Ricci, Leonora Balcarce, Juan Palomino, Salo Pasik, Gabriel Corrado y Guillermo Pfening.
Pájaros volando, de Néstor Montalbano, con Diego Capusotto, Luis Luque, Verónica Llinas, Alejandra Flechner, Juan Carlos Mesa, Damián Dreizik, Vanesa Weinberg, Lola Berthet y Atilio Pozzobón.
Patria Stone, de María Julia Oliván.
Plan B, de Marco Berger, con Lucas Ferraro y Manuel Vignau.
Plúmiferos, Aventuras Voladoras, de Sebastián de Felippo. Animación 3D.
Por tu culpa, de Anahí Berneri, con Erica Rivas, Carlos Portaluppi, Marta Bianchi, Nicasio Galán, Rubén Viani y Osmar Nuñez.
Rehén de ilusiones, de Eliseo Subiela, con Daniel Fanego y Romina Ricci
Rita y Li, de Francisco D’Intino, con Julieta Ortega y Juan Palomino
Rompecabezas, opera prima de Natalia Smirnoff, con María Onetto, Gabriel Goity y Arturo Goetz.
Showroom, de Fernando Molnar
Solos en la ciudad, de Diego Corsini, con Sabrina Garciarena y Felipe Colombo.
Tierra sublevada: Oro negro, de Fernando Solanas
TL2-La felicidad es una leyenda urbana, de Testuo Lumiere.
Un mundo misterioso, de Rodrigo Moreno, con Esteban Bigliardi, Cecilia Rainiero, Rosario Bléfari y Germán De Silva.
Vecinos, de Rodolfo Durán, con Mercedes Funes, Tina Serrano, Juan Minujin y Coni Marino.
Verano amargo, de Juan Carlos Desanzo, con Federico Luppi y Ester Goris
25 miradas/200 minutos, de Daniel Burman, Marcos Carnevale, Albertina Carri, Paula De Luque, Sabrina Farji, Leonardo Favio, Pablo Fendrick, Sandra Gugliotta, Paula Hernandez, Juan José Jusid, Víctor Laplace, Alberto Lecchi, Lucrecia Martel, Mausi Martinez, Néstor Montalbano, Celina Murga, Marcelo Piñeyro, Gustavo Postiglione, Lucía Y Esteban Puenzo, Carlos Sorin, Juan Bautista Stagnaro, Juan Tarattuto, Gustavo Taretto, Pablo Trapero y Ricardo Wulichszer
Vikingo, de José Celestino Campusano, con Gabriel Méndez, Armando Galvalisi y Rubén Beltrán.
Zenitram, de Luis Barone, con Juan Minujin, Steven Bauer, Daniel Fanego.

Campanella a un paso del Oscar

El secreto de sus ojos fue finalmente seleccionada para el quinteto del que surgirá la ganadora del Oscar de Hollywood a mejor película no hablada en inglés, que se conocerá el 7 de marzo próximo en el Kodak Theatre de Los Angeles.
La película de Juan José Campanella competirá con La cinta blanca (Alemania y otros países europeos), del austríaco Michael Haneke, cuya acción tiene lugar en Alemania, poco antes de que se destara la Primera Guerra Mundial, en un pueblo del interior alemán; Un profeta (Francia y otros países europeos), de Jacques Audiard, una historia carcelaria; La teta asustada, de la cineasta peruana Claudia Llosa y finalmente la producción israelí Ajami.

Los Argentinos solemos ser muy duros con el cine nacional. Nadie parece recordar que en las décadas del 40 y 50, nuestra industria podía competir incluso con Hollywood. Campanella logra recuperar aquella pasión por el cine, la misma con la que Sergio Renán emocionó a los miembros de la Academia, la que confirmó Luis Puenzo con La historia oficial llevándose el premio, María Luisa Bemberg con la contundente Camila y finalmente el mismo Campanella con El hijo de la novia. El secreto… es un film de esos casi perfectos. Sus personajes son arquetípicos, pero no caen en lo caricaturesco. Es, a fin de cuentas, una gran reflexión argentina acerca de las injusticias, acerca de lo que no pudo ser, y antes que nada, un canto a la pasión.

A la gente de la Academia de Hollywood que vota a mejor película no hablada en inglés, como es de suponer, le gusta el buen cine norteamericano, pero también le tiene que apasionar el buen cine extranjero. El secreto… es muy argentina, en todo sentido, pero también tiene el peso propio del cine de su país. Mezcla de thriller con relato judicial, de drama puro y duro, con algunos toques de humor cotidiano, el que surge, incluso cuando todo está mal. La gente de Hollywood conoce bien a Campanella, porque trabaja allí hace años, porque dirige epísodios de series exitosas, y casualmente, el de House que mejor rating tuvo en 2009 llleva su firma. Es previsible que quienes están al tanto lo voten, antes que a cualquier otro cineasta que nada tiene que ver con su ideosincracia. Esta vez, El secreto... tiene mucho a su favor. Una buena oportunidad para la Argentina de conquistar un segundo Oscar.

9.300.000 de dólares la recaudación en cines de la Argentina
7.500.000 de dólares la recaudación en España
3.000.000 de dólares el costo de producción
2.500.000 de entradas vendidas en la Argentina
2.300.000 de dólares el precio de venta para su distribución en EE.UU.
90.000 DVDs en la primera edición legal en la Argentina
25.000 DVDs vendidos en la primera semana
270 días se invirtieron en la escena de la cancha de Huracán
120 salas de estreno en la Argentina
20 semanas en cartel
14 candidaturas a Premios Goya (España
14 candidaturas a Premios Cóndor de Plata (ACCA)
12 plazas para su estreno en EE.UU., el 16 de abril
12 territorios en los que tiene distribución garantizada

• MEJOR PELÍCULA
o Avatar
o Un sueño posible
o Sector 9
o Una enseñanza de vida
o Vivir al límite
o Bastardos sin gloria
o Preciosa
o Un hombre serio
o Up, una historia de altura
o Amor sin escalas



• MEJOR DIRECCIÓN
o James Cameron, por Avatar
o Kathryn Bigelow, por Vivir al límite
o Quentin Tarantino, por Bastardos sin gloria
o Lee Daniels, por Preciosa
o Jason Reitman, por Amor sin escalas

• MEJOR ACTOR
o Jeremy Reener, por Vivir al límite
o Jeff Bridges, por Crazy Heart
o George Clooney, por Amor sin escalas
o Colin Firth, por Un hombre serio
o Morgan Freeman, por Invictus



• MEJOR ACTRIZ
o Sandra Bullock, por Vivir al límite
o Helen Mirren, por The last station
o Carey Mulligan, por Enseñanza de vida
o Gabourey Sidibe, por Preciosa
o Meryl Streep, por Julie & Julia

• MEJOR ACTOR SECUNDARIO
o Matt Damon, por Invictus
o Woody Harrelson, por El mensajero
o Christopher Plummer, por The last station
o Stanley Tucci, por Desde mi cielo
o Christoph Waltz, por Bastardos sin gloria

• MEJOR ACTRIZ SECUNDARIA
o Penélope Cruz, por Nine
o Vera Farmiga, por Amor sin escalas
o Anna Kendrick, por Amor sin escalas
o Mo'Nique, por Preciosa
o Maggie Gyllenhaal, por Crazy heart

• MEJOR GUIÓN ORIGINAL
o Mark Boal, por Vivir al límite
o Bastardos sin gloria, por Quentin Tarantino
o El Mensajero, por Alessandro Camon y Oren Moverman
o Un hombre serio, por Joel Coen y Ethan Coen
o Up, una aventura de altura, por Bob Peterson, Pete Docter y Tom McCarthy

• MEJOR GUIÓN ADAPTADO
o Neil Blomkamp y Terry Tatchet, por Sector 9
o Nick Hornby, por Enseñanza de vida
o Jesse Armstrong, Simon Blackwell, A. Lanucci y T. Roche, por In the loop
o Geoffrey Fletcher, por Precious
o Jason Reitman y Sheldon Turner, Amor sin escalas



• MEJOR PELÍCULA DOCUMENTAL
o Burma VJ
o The Cove
o Food, Inc.
o The most dangerous man in America: Daniel Ellsberg and the Pentagon Papers
o Wich Way Home

• MEJOR CORTO DOCUMENTAL
o China's Unnatural Disaster: The Tears of Sichuan Province
o The Last Campaign of Governor Booth Gardner
o The Last Truck: Closing of a GM Plant
o Music by Prudence
o Rabbit à la Berlin

• MEJOR PELÍCULA EXTRANJERA
o Ajami (Israel)
o El secreto de sus ojos (Argentina)
o La teta asustada (Perú)
o Un profeta (Francia)
o La cinta blanca (Alemania)



• MEJOR MONTAJE
o Avatar
o Sector 9
o Vivir al límite
o Bastardos sin gloria
o Preciosa

• MEJOR DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA
o Avatar
o The blind side
o Sector 9
o Enseñanza de vida
o Vivir al límite

• MEJOR BANDA SONORA ORIGINAL
o Avatar
o Fantastic Mr. Fox
o Vivir al límite
o Sherlock Holmes
o Up, una aventura de altura

• MEJOR CANCIÓN ORIGINAL
o Almost there, de Princesa y el sapo
o Down in New Orleans', de La princesa y el sapo
o Lain de Paname, de Paris 36
o Take it all, de Nine
o The weary kind, de Crazy Heart

• MEJOR DIRECCIÓN ARTÍSTICA
o Rick Carter y Robret Stromberg, por Avatar
o D. Warren y A. Masaro, por El imaginario del Dr. Parnassus
o John Myhre y Gordon Smith, por Nine
o Sarah Greenwood y Katie Spencer, por Sherlock Holmes
o Patrice Vermette y Maggie Gray, por La joven Victoria

• MEJOR DISEÑO DE VESTUARIO
o Bright star
o Coco antes de Chanel
o El imaginario del Dr. Parnassus
o Nine
o La joven Victoria

• MEJOR MAQUILLAJE
o Aldo Signoretti y Vittorio Sodano, por Il divo
o Barney Burman, Mindy Hall y Joel Harlow, por Star Trek
o John Henry Gordon y Jenny Shircore, por La joven Victoria

• MEJOR SONIDO
o Avatar
o Vivir al límite
o Bastardos sin gloria
o Star Trek
o Transformers: La venganza de los caídos

• MEJOR MONTAJE DE SONIDO
o Avatar
o Vivir al límite
o Bastardos sin gloria
o Star Trek
o Up, una aventura de altura

• MEJORES EFECTOS ESPECIALES
o Avatar
o Sector 9
o Star Trek

• MEJOR PELÍCULA DE ANIMACIÓN
o Coraline
o Fantastic Mr. Fox
o La princesa y el sapo
o The Secret of Kells
o Up, una aventura de altura

• MEJOR CORTOMETRAJE DE FICCIÓN
o The Door
o Instead of Abracadabra
o Kavi
o Miracle Fish
o The New Tenants

• MEJOR CORTOMETRAJE DE ANIMACIÓN
o French Roast
o Granny O' Grimm&apos Sleeping Beauty
o The Lady and the Reaper
o Logorama
o La dama y la muerte

1 feb 2010

Adiós Tomás Eloy

Quienes lo conocieron en su juventud, dicen, era muy pintón y aclaran que no había mujer que no cayera rendida en sus brazos. En aquellos tiempos, más precisamente en 1958, cuando la Asociación de Cronistas Cinematográficos inauguraba la sede que todavía hoy posee, con microcine incluído, en la calle Maipú al 500, muy cerquita de donde ahora funciona Radio Nacional, Tomás Eloy Martínez se acercó a la secretaría llevando su solicitud para incorporarse. El joven tucumano de 24 años escribía críticas de cine nada menos que en el diario La Nación hacía ya un año. Al mismo tiempo, en la entidad se planeaba la realización del primer Festival de Mar del Plata competitivo, y Tomás se unió a la partida fundacional, como encargado del boletín. Entre aquel 1958 y 1961, quien años más tarde se convertiría en una pluma respetada en todo el mundo, verdaderamente independiente y por eso mismo criticado desde un extremo y otro de la política local, escribió críticas de cine en el diario que por entonces todavía llevaba la marca de Bartolomé Mitre en el orillo. Su tarea no fue nada fácil. Cuentan que al tiempo que su libertad de juicios ponía en jaque a algunos avisadores de los importantes, le empresa decidió que era tiempo de darle un nuevo destino ¿periodístico?, enviándolo a "movimiento marítimo". El hecho forzó al joven todavía en formación a tomar una decisión. Quizás fue la mejor que podía tomar, y asi su rumbo cambió por el de la política, que habría de obsesionarlo de diversas formas, tanto desde el ensayo y la investigación como desde la novela.
El problema es que las críticas de entonces no llevaban firma y, es probable, dificilmente se puedan rescatar para enterarnos qué era lo que escribía y cómo lo hacía.Hay una verdad que él mismo reconoció cuando la entidad de los críticos le entregó un Cóndor de Plata como socio honorario, en 2008, al cumplirse exactamente cincuenta años de su incorporación: que su maestro había sido el uruguayo Homero Alsina Thevenet, aquel señor de temperamento bastante fuerte, irónico pero tan rico en cuanto a conocimiento de cine que era imposible no aprender estando a su lado. En realidad, Tomás Eloy lo seguía, como muchos cinéfilos argentinos de entonces, porque era uno de los dos críticos uruguayos (el otro era Emir Rodríguez Monegal) que por ejemplo había descubierto a Ingmar Bergman antes de que el resto del mundo lo hiciera.
Tras esa experiencia como cronista de cine,y la publicación del ensayo Estructuras del cine argentino,en 1961, incursionó en la industria como guionista, casi sin excepción junto a Augusto Roa Bastos, primero para Daniel Cherniavsky, en El último piso y El terrorista,las dos de 1962 más tardeen 1964, en El demonio en la sangre, de René Mugica y finalmente en La madre María, de Lucas Demare, en 1974, poco antes de emprender el exilio.
Martínez no volvió a escribir críticas. Sin embargo, de vez en cuando en sus artículos, deslizaba alguna acotación cinematográfica, tal como ocurrió, por ejemplo, apropósito del estreno de JFK, en Página/12, denostando a Oliver Stone por su insistente especulación apropósito de las teorías conspirativas.
Tomás Eloy Martínez trabajo en TV, en Telenoche y en otros programas periodísticos de la pantalla chica, incluso codo a codo con el mítico José de Zer. pasó por diversas redacciones -Panorama, Primera Plana, el diario La Opinión- antes de emprender el exilio, producto de sus muchos trabajos, entre ellos su larga entrevista a Juan Domingo Perón y los que hizo acerca de los fusilamientos de reclusos militantes de organizaciones armadas, en una base aeronáutica de Trelew, entre muchos otros, que lo llevó a vivir durante un largo periodo en Caracas, bastante antes de convertirse en catedrático en los Estados Unidos, ser a la distancia el creador del suplemento cultural del diario Página/12, que editaba vía fax (todavía no existía internet)y finalmente convertirse en columnista tanto de The New York Times, como de El País, de Madrid, o La Nación de Buenos Aires, en donde fue el elegido para conducir el proyecto ADN, que finalmente dejó de lado, en tanto que avanzaba su enfermedad.
A Tomás Eloy Martínez es preferible recordarlo vital, como a pesar de su enfermedad se lo vió aquella noche de los Cóndores, detrás del escenario montado en el Estudio Mayor de Canal 7, donde confesó a este periodista estar nervioso, porque debía hablar en público acerca de un momento de su carrera que recordaba con mucho cariño. Lo vi, ahí, con los papeles entre sus manos, varias carillas que leyó, algo inquieto, a pesar de que en un momento (suele ocurrirnos a quienes estamos acostumbrados a que nos lean y no a leer menos lo propio delante de tanta gente y de cámaras)se le mezclaron las hojas. En realidad Tomás Eloy era catedrático y de hecho hablaba frente a público con frecuencia. Sin embargo, su discurso de esa noche en realidad sonó a despedida.
Gracias Tomás por tu obra, y en lo personal, gracias por ese intercambio de ideas por los pasillos de la redacción de Página/12 en la calle Belgrano, hace casi veinte años, o la sonrisa al reencontrarme en el quinto piso de la calle Bouchard, cuando estabas, todavía, manejando aquella propuesta que finalmente no se dió. Ah, y gracias por esos minutos inolvidables en bambalinas aquel 15 de septiembre de 2008, antes de llevarte tu Cóndor.

Esto es lo que Tomás Eloy Martínez dijo aquella noche:


Buenas noches, muchas gracias, yo soy una especie de fantasma del pasado y por lo tanto voy a hablar del pasado. Quiero recordar los años en que empecé como crítico profesional de cine en el Diario La Nación y quiero recordar la enorme, la increíble efervescencia y pasión que poníamos todos nosotros en la búsqueda de las grandes películas, en el hallazgo de lo mejor que nos traía el cine. En unas épocas en las que, perseguir una película, requería irse hasta extramuros y buscar funciones de matiné o de la noche para reencontrarse con el último Orson Welles, con el Fellini que se nos había quedado en el camino, con el Stanley Kubrick desde The Killing o The Killer's Kiss que también se nos había quedado en el camino, con el Dreyer que habíamos olvidado, de Ordet y Vampiro y las grandes películas de aquél tiempo. Fellini, Antonioni, Bergman, eran tiempos de una efervescencia increíble y de larguísimas colas en el cine Lorraine para ver los ciclos completos. Ahora todo ese pasado puede recuperarse fácilmente en los Dvds o en los videos y podemos ver nuestras películas favoritas una, dos, tres veces, o todas las que hagan falta.
En ese mundo crecimos, sobre todo con una fervorosa defensa de algo que descubríamos y que era el nacimiento y el crecimiento de un extraordinario cine argentino, con una voz propia y un lenguaje muy personal. Con figuras jóvenes que nos daban lecciones de lo que había que hacer para crecer en todos los ámbitos de las artes, tanto en la escritura del relato, como en la escritura de la crónica, como en el documento. Recuerdo a David José Kohon, a Rodolfo Kuhn, a los grandes maestros como Fernando Ayala y Leopoldo Torre Nilsson, a los jóvenes que entonces emprendían un camino nuevo, del que todos aprendíamos. El cine argentino era para nosotros entonces una especie de voz sacramental por el que éramos capaces de jugarnos la vida y allí íbamos como predicadores de ese evangelio nuevo por Salta, Tucumán, Córdoba, por Santiago del Estero, a reuniones de debate donde se juntaban inmensas multitudes. En verdad, lo que quiero evocar son unos pocos nombres de aquél tiempo, de los que fueron mis maestros: Raimundo Calcagño (Calki), Rolando Fustiñana (Roland), fundador de la Cinemateca Argentina y del Club Gente de Cine, quienes me encomendaron que en vez de leer cualquier tipo de críticas me dedicase a leer... yo gastaba todo mi salario en comprar Cahiers du Cinéma, Sight & Sound, Bianco e Nero la revista de Guido Aristarco, y aprendí muchísimo... pero de quien más aprendí es de aquél que me recomendaron Roland y Calki cuando me dijeron: "tenés que leer a Homero Alsina Thevenet". Y fue a Homero en quien abrevé, a quién leí cuando escribí mis primeras críticas para La Nación de Buenos Aires. Los diarios uruguayos llegaban a las tres de la tarde a un kiosco de la esquina de Corrientes y Maipú, y se agotaban a eso de las tres y media. Nunca olvidaré el estado de absoluto deslumbramiento con que me acerqué al primero de los textos que Homero firmaba invariablemente con sus iniciales, HAT, sombrero en inglés. Era una presentación breve de La signora senza camelie, la película que Michelangelo Antonioni había dirigido en 1953 y que aún no se conocía en Buenos Aires. En cada línea había un dato, una ubicación de la obra en el contexto del nuevo cine italiano y un análisis minucioso de sus aportes visuales y dramáticos. Nunca aprendí tanto, en un artículo tan breve como en ese de Homero Alsina y pocas veces en la vida se me volvió tan transparente el horizonte de lo que yo ignoraba. Desde entonces me convertí en un adicto a sus críticas. Salía a las tres menos cinco de las salas de estreno de Buenos Aires que entonces quedaban a pocos pasos en el extremo este de la calle Lavalle.
Cuando conocí por fin a Homero en el Festival de Punta del Este, a fines del verano siguiente, me sentí amedrentado por sus filosos comentarios verbales y por su erudición inagotable. En la antigua Asociación de Cronistas, en los años sesenta, en cuyo microcine veíamos las películas antes de que se estrenaran, los más eruditos de la profesión decían: "quién es el vestuarista de esta película", "quién escribió este diálogo", "quien puso este decorado", y acertaban todo con una memoria prodigiosa, envidiable, que yo era incapaz de alcanzar.
Merezco entonces la honrosa gratificación de este Cóndor que se me entrega esta noche, mucho menos que alguno de los grandes que preferiría evocar: el "Negro" Sammaritano, por ejemplo, que murió hace tres días para que con él se apagara también una época de oro. Otro grande es quien fue mi maestro en el arte de ver cine, porque ver cine es un arte, Homero Alsina. Soy sobreviviente entonces de una época en la que el espectador y el crítico de cine no eran lo que es hoy y en la que estar a solas en una sala con el talento y la imaginación de un gran maestro, de un gran realizador, de grandes actores, de grandes guionistas, era un privilegio incomparable. Ver cine era una especie de acto ritual, sacramental, que cumplíamos en silencio, en la soledad de una gran sala donde sólo estábamos rodeados por el aura de aquél magisterio que nos llegaba desde la pantalla.
Dejo entonces constancia de esa efervescencia y me sentiría incómodo con mi conciencia entonces si no dejara este premio que ustedes tienen la generosidad de entregarme, junto con una foto de Homero Alsina que hay en mi escritorio, a la que voy a agregar una del "Negro" Sammaritano. Ellos lo merecen más que yo, así como el cine argentino debe al rigor de ambos, a la tenacidad de ambos, a la inteligencia libre de los dos, mucha de la fuerza que ahora tiene en el mundo. Y que va a perdurar porque, tengamos confianza como teníamos en los sesenta, de que tenemos un gran cine por delante. Tenemos una inmensa inteligencia, un inmenso talento creador, y es eso lo que debemos alimentar a partir de la reflexión, del rigor, del apoyo que desde el periodismo y la creación podemos darle. Gracias una vez más.